Continuando con nuestra zombie week, hoy os presento uno de mis mini relatos zombificados. También lo mostré en mi blog personal: http://hisbeautifulgreeneyes.blogspot.com/2011/08/because-she-is-parasite.html
Así que, al ser de mis favoritas (y además debido a mi frustración por no ganar el concurso de relatos del año pasado) os permito que disfrutéis de esta impresionante lectura. Enjoy!
Porque ella es... un parásito.
La miro. La deseo. La observo. La amo. Pero ella es un parásito.
Mis ojos se posan todos los días sobre su fino y tambaleante cuerpo. Aparto la vista y la recuerdo hace apenas dos semanas, cuando le pedí que viniese conmigo al baile de fin de curso. Parece que solo fue un sueño cuando ella aceptó con una hermosa sonrisa. Una sonrisa ahora incrustada en su piel. Pero ella no es feliz. Ella es un parásito. La miro escondido des de una ventana, agazapado y alerta, pero sin olvidarla. Camina en círculos perpetuamente, como una atracción de feria. Esa es su rutina. A veces se para y observa, pero yo sé que en realidad no ve nada. Sus sentidos están atrofiados, solo busca alimento. Me busca a mí, porque yo no soy un parásito. Agarro la fotografía con fuerza y la apreto contra mi pecho. Se la hice hace apenas dos meses. Tengo esa foto grabada a fuego en mi mente. La recuerdo perfectamente. Aquella larga melena color heno ahora no son más que algunos mechones color ceniza. Esa piel bronceada por el vaivén del sol, ahora es carne fría, seca y pálida. Aquella hermosa cintura que agarré con nerviosismo por escasas horas, ahora permitía ver sus órganos internos destrozados por la mordedura de otros parásitos.
Se para y mira hacia arriba. ¿Me ve? Me agacho pero mis ojos siguen alerta, encandilados por su mirada. No tiene párpados. Aquellos hermosos ojos color miel, aquellas largas pestañas que se movían con una sensualidad exquisita, ahora me miran con algo parecido a la locura y la sorpresa. Escucho un ruido que proviene de sus entrañas, algo parecido a un suspiro gutural. Una lágrima cae por mi mejilla la cual quito con mis dedos y mojos mis labios sintiendo aquel gusto salado. ¿Cómo había llegado a suceder? Aquello me carcomía por dentro y eso que no era consciente ni siquiera de lo que estaba sucediendo. Todo iba viento en popa. Mi smoking nuevo iba acorde con mis zapatos de salón y mi abuelo me había dejado su coche. Un Dogde de 1970 que había cuidado mejor que a su propio nieto.
-Un solo rasguño y tendrás que trabajar el resto de tu vida para pagarlo, chico –me advirtió mientras yo asentía nervioso y arrancaba el coche. Su casa era elegante, ubicada en un barrio residencial. Me abrió la puerta un hombre de cabello canoso y pipa en boca. Escuché como bajaba las escaleras mientras su padre sostenía una carísima cámara de fotos. Nada que ver con mi pobre Canon. Y allí estaba ella. Sonreía nerviosa y no era un parásito. Su vestido con escote de palabra de honor y mucho vuelo dejaba ver sus hermosas piernas hasta las rodillas. Un chal negro reposaba sobre sus finos hombros. Le puse la flor en la muñeca. Foto. Ella me puso la otra en el bolsillo de mi smoking. Foto. Nos agarramos del brazo y posamos. Foto.
-Estás maravillosa.
-Gracias –me contestó con aquella maravillosa voz. No volvería a escucharla nunca más.
El baile fue perfecto y a las once y media la dejé en su casa. Las luces estaban apagadas. Nos quedamos en la puerta sin decirnos nada. Yo no quería dejarla y ella no parecía querer entrar.
-Lo he pasado muy bien. Gracias por invitarme Luca.
-Gracias por venir conmigo.
Sentí que se acercaba lentamente y besaba mi mejilla. Aquellos labios carnosos con los que soñaba todas las noches rozaron mi piel. Se apartó un poco. Nuestras bocas quedaron a escasos centímetros y se reclamaban. Yo di el primer paso y uní sus labios a los míos. Me lo devolvió al instante. Su boca era sabrosa, como aliento de vida. Nos separamos con lentitud mientras mis labios maldecían. Nos dimos buenas noches y ella entró en su casa. Me di la vuelta y sentí mientras avanzaba que millones de fuegos artificiales estallaban en mi interior. Escuché un grito desgarrado que provenía de su casa. Era ella. Entré sin siquiera pensarlo. Otro grito des de la segunda planta y una puerta medio abierta. No existen palabras en este mundo para describir lo que vi. Sangre por todas partes y una cama deshecha. En el suelo, ella. Su cuello desgarrado igual que la mitad de su boca. Aquel parásito, aquel maldito ser infernal era su padre. La cara llena de hematomas y sangre reseca mientras sostenía y se llevaba algo parecido a un hígado a la boca. Denotó mi presencia y comenzó a moverse en mi dirección. Eché a correr escaleras abajo lo más rápido que pude y llegué a la sala de estar cuando me atrapó y me caí al suelo. Intentaba morderme mientras yo le pataleaba su horrenda cara llena de purulentas heridas y pestilente aliento. Mis manos se toparon con el atizador de la chimenea. Le golpeé con fuerza atravesándole la cabeza dejando que sus sesos se esparcieran por la moqueta. Escuché de nuevo gritos y subí lo más rápido que el temblor de mis piernas me permitió. La puse en mi regazo abrazándola con dulzura. Estaba ardiendo y temblaba.
-¡Julia! Amor mío…
-Ti…tienes que irte Luca…tienes que irte.
-¿Y dejarte aquí? De eso nada, te voy a llevar a un hospital.
-No me queda mucho tiempo, amor. Corre…huye.
Sabía que tenía razón. A pesar de todo, la amé más que nunca. Sabía que eran sus últimos minutos y en realidad, también los míos. Cuando murió y su cuerpo se volvió inerte lloré, lloré mucho. No sé cuantas horas, puede que dos o tres hasta que me quedé medio dormido. Sentí roces en mis brazos. Abrí los ojos lentamente. ¿Julia? ¿Estaba viva? Pero aquellos ojos no eran de vida, no estaban llenos de alegría. No estaban llenos de nada, nada en absoluto. Ni siquiera aquel hermoso iris, había desaparecido. Me aparté de ella al ver que se relamía la lengua llagosa, llena de espeso líquido negro. Cerré la puerta de golpe y corrí más que nunca. Entré en la casa de enfrente corriendo el riesgo de que hubiese otro parásitos. Pero no. Aun con el atizador en la mano, subí a la buhardilla en la que ahora me encuentro. La calle estaba llena de parásitos y ella salió minutos después. Todos se han ido menos ella, o eso creo. Parece que esté esperando algo. ¿Me esperará a mí?
La miro. La deseo. La observo. La amo. Pero ella es un parásito. Sigue dando vueltas mientras su carne está cada vez más podrida y reseca. Escucho un grito y mis sentidos se agudizan. Veo una niña pequeña correr. Su brillante cabello en forma de tirabuzones reluce con el sol. La conozco, es una vecina de al lado de mi casa. Julia la detecta y camina hacia ella. Salgo corriendo de la buhardilla con el atizador, hacia Julia. Le grito y se da la vuelta. Extiende sus muertos brazos hacia mí y yo elevo el atizador atravesándola como hice con su padre. Me agacho ante su cuerpo muerto y toco su vestido con la yema de los dedos. Agarro a la niñita en brazos y veo que una multitud de parásitos se acerca. No podía subir a la buhardilla de nuevo. Debíamos huir. Al menos no lo haría solo. Porque aquella niñita no era un parásito.
¿Qué os ha parecido? No sé si vale mucho la pena. La verdad es que me cuesta muchísimo ser tan breve cuando escribo. ya diréis. Gracias por leer (o hacer que leéis...lalalalalá)
Hoy día de rodaje! Con ganas de que se acabe esta tortura china...
Live Long and Prospere!
S.O.T.D. Whatsername - Green Day
Bye-Bee!
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